miércoles, 16 de mayo de 2007

Salgo a la calle y me doy cuenta de que me he quedado en casa. Por lo cual, regreso por mí mismo. Al cruzar la calle, por poco y me arrolla un auto. Caray, qué hubiera pasado si me alcanza a pegar, seguramente no hubiera podido regresar por mí mismo y estaría muerto.

Cuando me veo llegar, respiro aliviado. De pronto, mientras me acerco, mi olvidado yo se echa a correr por los cuartos de la casa. Decide jugarme la peor broma de su vida, de mi vida ¿nuestras vidas? No puedo hallarlo; entre periódicos, la cama destendida y el amontonamiento de libros es difícil encontrar a alguien.

Ahora estoy exhausto y creo que terminaré resignado a quedarme sin mi yo. De seguro el ingrato escapó por la ventana a buscar la vida que no pude (¿pudimos?) darle (¿darnos?). Pero he descubierto que la soledad no es tan mala. Ando más ligero por las calles, me duele menos la cabeza, ya no oigo su voz que jode.

Que nadie me busque, déjenme solo en las cantinas. Que nadie me hable. Yo ya no estoy. Y díganle, sí ven a mí mismo, que lo estoy esperando, pero no lo alerten, no le digan que la próxima vez que regrese a casa ahora sí me voy a tirar debajo de las llantas de un camión.

3 comentarios:

SOY13 dijo...

La pieza que has escrito, Maga, me gusta.

Involucra una emancipación del ser con el tinte de soledad. Pensaba, incluso que podía ser algo rulfiano o desdicha de poema de Rosenmann Taub.

En una canción de Mattar habla de las capas de la vida -layers of life. Al pensar en esa metáfora también pienso en tu personaje que es múltiple y fincado en la unidad entre sí y su propio yo.

Nos estamos leyendo. Un beso

El Sifo dijo...

A veces nos desprendemos... es como un sueño o una pesadilla, a según.

Unknown dijo...

es facil sentirse asi ;(